Cómo tropecé con el coaching

Mi camino hacia el coaching comenzó de forma inesperada: una serie de pasos vacilantes hacia lo desconocido, impulsados por la curiosidad y una apertura que ni siquiera sabía que tenía. Lo que al principio fue resistencia se transformó en una práctica que redefinió mi vida, alineando lo cotidiano con propósito y alegría.

Hoy acompaño a personas que dedican tiempo y energía a construir un significado auténtico en sus vidas, expandiendo sus posibilidades y nutriendo su propio camino, así como también a quienes las rodean.

Este es un breve relato de cómo, años después de haber atravesado dos procesos de coaching, comprendí verdaderamente de qué se trata esta práctica. Es la historia de mis primeros pasos a ciegas, y de la curiosidad seductora que terminó por abrir las puertas del EQ Atelier.

“Déjate atraer en silencio
por la extraña fuerza
de lo que realmente amas.

No te llevará por mal camino.”
— Rumi

Vida en San Martín de los Andes

Hace once años vivía en San Martín de los Andes, un pueblo encantado de la Patagonia rodeado de montañas, lagos y rosas mosquetas espinosas junto al río. Un escenario de belleza magnífica. Me acababa de separar de mi pareja —un hombre maravilloso hasta el día de hoy— y sentía que estaba lista para un nuevo escalón en la vida, aunque no sabía cuál. Internamente, sentía un anhelo nebuloso, indefinido. Una duda persistente en mis decisiones. Tenía deseos, pero no sabían a qué forma responder. Estaba agotada.

En ese momento hacía malabares entre trabajo remoto —mal pago y demandante— y turnos de camarera y bartender. El cansancio me dejaba siempre ese sabor amargo de derrota silenciosa en la garganta. Quería construir una vida en ese lugar tan hermoso, pero tenía la energía por el piso y me sentía perdida. Entendí, con hombros caídos, que si algo tenía que cambiar, tenía que empezar por mí.

No quería indagar en el pasado ni actuar escenas representando a mi madre. Anhelaba algo práctico, orientado hacia adelante. Pero también desconfiaba. La vulnerabilidad es un lugar arriesgado, y me daba miedo toparme con una guía incorrecta: alguien rígido, manipulador o simplemente inadecuado para lo que yo necesitaba. Lo que más me aterraba era que me digan lo que tenía que hacer. Lo sentía muy cerca a que me corten las alas.

El encuentro con Jordi

Entonces una amiga —y luego otra, y una tercera más— me recomendaron a Jordi, un profesional en Decodificación Bioemocional que pasaba por el pueblo de vez en cuando. Hablaban de cómo sus herramientas ayudaban a destrabar procesos. Escéptica pero curiosa, pedí una sesión.

Jordi era un hombre sereno, enfocado, de Barcelona, con una habilidad casi mágica para adaptar su enfoque. Cuando una actividad no resonaba conmigo, cambiaba de rumbo sin esfuerzo, proponiendo otras que respetaban mis límites. Su flexibilidad ganó de inmediato mi confianza.

Al final de nuestra primera sesión, me contó una historia:

“Todos nacemos con unos anteojos y una mochila.
Los anteojos nos permiten ver el mundo, pero los lentes se tiñen con lo que cargamos en la mochila.
Con el tiempo, el peso nubla nuestra visión.
Entonces podemos vaciar la bolsa, revisar lo que ya no nos sirve y volver a ver la vida con claridad.”

Sonreí. Fue un empujoncito suave hacia mi propia responsabilidad. Una invitación a revisar mi carga.

El inicio de la transformación

Las sesiones con Jordi tenían ritmo: él escuchaba, yo hablaba. Él preguntaba, esperaba. Yo me atrevía.

Tenía una forma de devolverme a mis intenciones, despejando con cuidado las distracciones y dejándome elegir el foco. A medida que tomaba esas microdecisiones, empecé a cultivar confianza. Mi jardín interior, antes árido, empezaba a mostrar los primeros brotes.

Recuerdo un momento clave: me di cuenta de que incluso en mi estado caótico, incierto, vulnerable, yo había elegido desde el amor dejar a mi pareja. Había actuado con coraje, integridad y corazón —aunque nadie estuviera mirando. Aunque me sintiera perdida, y la certeza temblara bajo mis pies.

Esa ternura me desarmó.

Había sido la persona que quería ser. Entonces, quizás, era posible.

Con eso en mente, seguí haciendo “la tarea”, convencida de que estaba aprendiendo a renacer: creando posibilidad tras posibilidad. Empecé a soñar más en grande. Para la sexta sesión, gritaba desde la montaña que buscaba trabajo en el medio de la nada, donde corrieran caballos, ríos y pumas. Me sentía capaz de liderar grupos —al reencuadrar mis experiencias, entendí que podía hacerlo si era honesta, pedía permiso y, si hacía falta, algún perdón. ¿Por qué no? Extrañaba viajar. así que deseaba que los viajeros vinieran a mí —una especie de viaje inmóvil propio. Quería hablar inglés y seguir con mi práctica… Básicamente, empecé a nombrar lo que deseaba, y a jugar.

Y entonces, sucede la magia

En la octava sesión, algo cambió. Una clienta habitual del restaurante —una mujer encantadora— se me acercó. Me contó que una conocido suyo era dueño de un lodge boutique en medio de un parque nacional, especializado en pesca con mosca de alto nivel. Estaban buscando una nueva manager, y pensó en mí. Sí, moi.

No lo podía creer. ¡Mis ideas estaban tomando forma!

Conocí a Lole, el dueño, y uno de mis mentores más grandes hasta el día de hoy. Iniciamos una sociedad laboral que transformó mi vida durante los siguientes cinco años. Me lancé al rol con toda la confianza y creatividad cultivadas a lo largo de mi variada carrera, y que había logrado renombrar en las sesiones con Jordi.

Los desafíos eran reales, pero esta vez estaba bien. Me sentía lista. Estaba logrando cosas. Ganaba buen dinero. Caminaba, jardineaba, lideraba desde valores, y creaba una vida tremendamente alineada con mi corazón. Podía.

Había encontrado la clave: dar espacio a lo que me importa en la conversación diaria. Desde esa práctica, mis ideas echaron raíz y comenzaron a florecer.

Había aprendido el poder de los pasos pequeños, intencionados, hacia una vida que amo. Infundí de sentido mi mundo, y lo caminé con alegría.

La revelación sobre el coaching

Años después, me encontré con Jordi a tomar un café en Barcelona. Recordamos aquellas sesiones, riéndonos de mi resistencia inicial a la decodificación bioemocional. Y entonces, Jordi dijo casualmente:

“Sabés que con vos, fue coaching.”

Me quedé helada. ¿Coaching?

Yo pensaba que el coaching era otra cosa totalmente distinta —una persona excesivamente fit gritándome cuán equivocada y vulnerable era, o animándome con frases sintéticas y recetas genéricas, advirtiendo que si no las seguía, me esperaba la miseria y la soledad. Pensaba que los coaches tenían escamas, escupían fuego y devoraban mi autenticidad junto con el resto de mí, dejándome arrepentida de haber vendido mi alma al diablo.

Pero eso no fue lo que viví.

Con Jordi, el coaching fue un espacio seguro para desplegar mi futuro desde el presente. Fue reencuadrar narrativas antiguas, limpiar lo que ya no servía, y alinearme con un propósito bello y verdadero.

Qué es el coaching

En mi práctica, el coaching es un espacio de colaboración, donde definimos tu Estrella del Norte, abordamos tus límites y desafiamos historias caducas para crear una vida alineada y expansiva. Se trata de vivir conectada con tu propósito.

Hoy sé que el coaching le dio estructura a mi práctica para poder trabajar con cualquier ser humano, permitiendo un fluir espontáneo que siempre honra el deseo. Se trata de lo que importa para vos, y de encontrar formas prácticas y profundas para que sepas en el cuerpo que tenés todo lo necesario para llegar ahí. Y eso requiere trabajo serio, amoroso, devoto —además de dedicación, energía, tiempo y compromiso.

Para crecer, entendí que hay que hacernos amigas del proceso de desplegar. De construir un sentido auténtico en nuestras vidas, dándole forma tanto adentro como afuera, expandiendo habilidades, recursos y dones para crear experiencias que nos conecten, nos alegren y nutran a los demás.

Y creo que se despliega una belleza inimaginable en mi conexión diaria con esta práctica. Seguir permitiendo que el misterio me asombre es, en sí, un acto revolucionario en este mundo de figuritas repetidas.

Una invitación

¿Qué dones tuyos se está perdiendo el mundo mientras seguís desconectada de tu alegría?

A veces me pregunto cómo sería mi vida si no hubiese pedido aquella primera sesión. ¿Y si hubiera desestimado a Jordi por “demasiado holístico”? ¿Y si hubiera dejado que ganara el miedo?

Hoy el coaching es el corazón de mi práctica. Se trata de encontrarte donde estés, de acompañarte a desplegar tus posibilidades creativas, y crear tu propia receta, a tu ritmo, tu manera, con sentido y en equilibrio.

Si esto te resuena, te invito a conectar.
Para sembrar las semillas de los sueños y cultivar algo verdaderamente hermoso.

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