Límites sagrados
La tierna arquitectura de los entremedios.
Mayo se deslizó bajo la puerta —replegando sus colores carnavalescos, contrastando con una tormenta que anuncia la húmeda cara menguante del verano sudamericano.
Un recordatorio de estos ciclos cambiantes que hoy cobran sentido, tanto dentro como fuera.
Este año estuve prestando atención a los límites que me sostienen: el juego de delinear la vida misma.
Y para mí viene siendo una vida de aprender a acomodar los límites desde la ternura.
Trazar líneas con los dedos que dividen la comprometida tierra del sí, del amoroso territorio del no.
Haciendo memoria, al principio no sabía cómo trazarlas sin temblar. Aún recuerdo el sonido áspero que acompañó el trazo infantil de aquellos bordes temblorosos.
Fue una temporada de ladrar NO! torpemente. Como quien emprende sus primeros pasos: desordenados, pero necesarios. Como si el impulso naciera atragantado de tantos no’s, demasiados si’s que en realidad habían deseado no serlo.
Quizás ahí lo pensaba desde el miedo a la pérdida, al rechazo, al eco de esos antiguos silencios.
De a poco comencé a ver al ladrido no como falla, sino como señal instintiva: un intento rústico y sincero de cuidar algo que me resultaba realmente importante.
Como tantas veces, fue el tiempo junto con la práctica que revelaron la necesidad de aprender a acolchonar los no’s, para poder abrazar los si’s desde lo que refugian.
Cuando me paro desde lo que sí me cobija, nutre y sostiene, se van suavizando los contornos de este sagrado arte de establecer límites.
Fuí y vine, voy y vengo con los límites. Bailo, ya no me atraganto.
Y así, hoy pongo límites no desde el miedo, sino desde el corazón, en reverencia a donde sí va mi energía.
Al elegir, me inclino ante la posibilidad de poder volver a mi propia fuente, nutrida con la energía para mis creaciones diarias. Entre estos bordes mi volumen encuentra espacio, mis tiempos, mis ideales, mi propósito, y la energía vital para sostener ese propósito.
Este año, deliberadamente esculpí un espacio mullido para el asombro, donde los momentos cargados de este potencial puedan flotar suspendidos, sin apuro, deleitándose en el aire.
Así siento que es poner márgenes desde el amor. Honrando esos tiernos entremedios las líneas no llegan como norma, sino como ritmo, liberados de todo, salvo esta íntima devoción por la vida en Belleza.
Aprendí que los límites no se tratan tanto de excluir, sino de proteger aquello que nos mantiene enteras.
Mientras navego este delicado y esencial arte, me pregunto qué paisajes cultivan los otros.
¿Cómo estás acolchonando tus no’s últimamente?
¿Qué salvaguardan hoy tus bordes?
Al honrar mis propios límites, encontré una intimidad más profunda con lo que amo y con cómo amarlo mejor.
Me doy cuentade que todos estamos trazando nuestras propias líneas vivas.
Deseo que las tuyas honren lo que más importa, y que, tal vez, este viento de otoño acaricie tus hojas en el tierno acto de soltar lo que hoy no nutre.
Que tu “no” sea refugio,
que tu “sí” sea jardín.
Que tus límites se dibujen con devoción,
y que hagan espacio para la belleza que estás creando.